Antes de seguir adelante será conveniente que nos expliquemos acerca de esta palabra, la cual, en nuestro concepto, es causa verdadera de muchas confusiones.
Los anarquistas, y entre ellos nosotros, se han servido generalmente de la palabra Estado entendiendo por ella el conjunto de todas las instituciones políticas, legislativas, jurídicas, militares, financieras, etc., por medio de las cuales se arrebata al pueblo la gerencia de sus propios asuntos, la dirección de su propia seguridad, confiándolas a algunos que, por usurpación o por delegación, hállanse investidos del derecho de legislar sobre todo y para todos y de forzar al pueblo a respetarlos, valiéndose del apoyo que les presta el poder de todos.
Según esta interpretación, la palabra Estado quiere decir gobierno o bien la expresión impersonal, abstracta, de aquel estado de cosas que el gobierno personifica. En este caso, las expresiones abolición del Estado, sociedad sin Estado, etc., responden exactamente al concepto que los anarquistas quieren significar de destrucción de todo orden político basado en la autoridad y de constitución de una sociedad de hombres libres e iguales, basada en la armonía de los intereses y en el concurso voluntario de todos al cumplimiento de los deberes y cuidados sociales.
Pero la palabra Estado tiene otros muchos significados, entre los cuales algunos se prestan al equívoco, mucho más cuando se trata con hombres cuya triste posición social no les ha dejado acostumbrarse a las delicadas distinciones del lenguaje científico, o, peor aún, cuando se trata con adversarios de mala fe, que tienen interés en confundirlo todo y en no querer entender nada.
La palabra Estado se usa, por ejemplo, con frecuencia, para indicar una determinada sociedad, cierta colectividad humana reunida en un determinado territorio, formando lo que suele denominarse un cuerpo moral, independientemente de la manera de agruparse y entenderse de sus miembros.
Se usa también, sencillamente, como sinónimo de Sociedad, a causa de cuyo significado creen nuestros adversarios, o, mejor dicho, fingen creer, que los anarquistas queremos abolir toda relación social, todo trabajo colectivo, y reducir al hombre al aislamiento, o sea a una condición peor que la del salvaje.
Asimismo se entiende por Estado la administración suprema de un país, el poder central diferente del poder provincial o municipal, y por este otro sentido se supone que los anarquistas queremos una simple descentralización territorial, dejando en tal estado el principio de gobierno, y se confunde así la anarquía con el comunalismo o con el cantonalismo.
Estado significa, en fin, condición, manera de ser, régimen de vida social, etc., y por esto decimos, por ejemplo, que es preciso cambiar el estado económico de la clase obrera, o que el estado anárquico es el único estado social fundado sobre la base de la solidaridad, y otras frases por el estilo que, en nuestros labios, ya que por otra parte decimos que aspiramos a la abolición del Estado, pueden, a primera vista, parecer paradójicas y contradictorias.
Por estas razones opinamos que es conveniente emplear lo menos posible la expresión abolición del Estado, y reemplazarla por esta otra, más clara y más concreta: abolición del gobierno.
Esto es lo que haremos en el curso del presente trabajo.
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