ACTO TERCERO
La decoración representa dos calabozos, separados por una pared que divide en dos partes el escenario. Un petate y un jarro en cada uno de los calabozos.
ESCENA UNICA
JUAN, MARTA, DON JULIAN, DON BENITO, CARCELERO, MARCOS, ROSA, RAMON, TERESA, CAMPESINOS DE AMBOS SEXOS Y DISTINTAS EDADES
MARTA
(En el calabozo de la derecha; sentada en el petate.) (Suspirando.) ¿Dónde estará Juan? (Pausa.) ¿Lo habrá matado la Acordada? (Se levanta presa de gran excitación.) (Gritando.) ¡Asesinos! ¡Malvados! ¡Infames! (Se retuerce los brazos con desesperación, y se tira al fin en el petate, escondiendo el rostro entre las manos.)
JUAN
(Pasea por su calabozo; se detiene.) ¿Qué habrá sido de mi Marta? ¿Se habrá rendido a los apetitos del amo? (Con desesperación.) ¡Ah, me vuelvo loco! (Se pasea.)
MARTA
(Incorporándose.) ¡Si siquiera me fuera concedido el ver a mi Juan por última vez...! (Solloza.) (Permanece sentada con la cara sobre las rodillas.)
JUAN
(Se detiene.) (Llevándose las manos a la cabeza.) ¡Mi cabeza va a estallar! (Se arroja sobre el petate y permanece inmóvil, recostado.)
MARTA
(Alarga la mano al jarro y bebe; coloca el jarro en su lugar.) (Con amargura.) ¡Cuán desgraciados somos los pobres! ¡No somos ni dueños de nuestros cuerpos! (Ruido de cerrojos procede de la puerta; se tira sobre el petate y finge estar dormida.)
CARCELERO
(Abre la puerta y aparece blandiendo un garrote en la mano, sujetado por una correa; se acerca a Marta.) (Con voz imperiosa.) ¿Duermes? (Marta no se mueve; la agita con la punta del garrote.) ¡Despierta, marrana!
MARTA
(Quejándose.) ¡Ay, sufro mucho!
CARCELERO
Eso te enseñará a respetar a tus amos. ¡Imbécil!
MARTA
(Incorporándose.) Yo respeto a todos; pero el amo no me respeta a mí.
CARCELERO
(Irritado.) ¿Y quién eres tú para que el amo te respete? ¡Una pelada!
MARTA
(Con firmeza.) Soy un ser humano; soy una mujer. ¿Qué sentiría usted si en mi lugar estuviera la madre que lo trajo en el seno?
CARCELERO
(Con impaciencia.) ¡Ea, basta de filosofías! Lo que debes hacer es acceder a lo que el amo te pida.
MARTA
¿Sería usted capaz de entregar a las caricias del amo la mujer que usted amase?
CARCELERO
(Irritado.) ¡Basta! No vengo a que me confieses, ¿lo oyes? Hace dos horas que se llevaron al bruto de tu marido, atado codo con codo, a la ciudad... y ya lo sabes, por el camino..., (tose) por el camino... (tose y sonríe burlonamente) por el camino le atacará la sed... y como a los empleados del Gobierno se nos parte el corazón al ver sufrir al prójimo... pues, le darán su «agua». ¡Ja, ja, ja!
MARTA
(Se pone en pie horrorizada.) (Grita.) ¡Es una infamia! ¡Eso no puede ser así! ¡Traedme a mi Juan o matadme a mí con él!
CARCELERO
(Palmeándole la espalda.) (Paternal.) Calma chiquilla, calma. Aun ea tiempo de que te devuelvan a tu Juan. Se puede ordenar por teléfono a los lugares por donde va a pasar con la escolta, que lo regresen, y lo volverás a tener contigo. (Palmeándole la espalda con zalamería.) ¡Tontuela! En tus manos está la vida de Juan. Entrégate al amo.
MARTA
(Se aparta asqueada del carcelero.) (Con resolución.) ¡Eso nunca! ¡Primero muerta que ofender a Juan! ¡Ah, Juan mío, estoy segura de que preferirías morir, mejor que verme en los brazos del amo! (Llevándose ambas manos a las sienes.) ¡Cuánto sufro! (Se tira sobre el petate.)
CARCELERO
(Encogiéndose de hombros.) Bueno, ya lo sabes. De ti depende ahora. (Escupe con desprecio y sale; se oye ruido de cerrojos.)
JUAN
(Incorporándose.) . Si siquiera supiera yo cómo está Marta... ¡Pobrecita! ¡Qué gran corazón el suyo! ¡Compartir los golpes conmigo...! (Se pone en pie y reanuda sus paseos.) (Palpándose el cuerpo.) ¡Cuánto me duele el cuerpo a pesar de lo acostumbrado que estoy al maltrato desde niño! ¿Cuánto no sufrirá ella? ¡Infames! ¡Cobardes! (Se escucha ruido de cerrojos; reanuda sus paseos.)
CARCELERO
(Abre la puerta y aparece blandiendo en la mano un garrote, sujetado por una correa. Juan continúa sus paseos sin fijar su atención en el visitante. El carcelero le da un terrible garrotazo por la espalda, que lo tiende boca abajo; enseguida lo hace levantarse a puntapiés.) ¡Levántate, perro!
JUAN
(Levantando y cayendo alternativamente a los puntapiés.) (Quejumbroso.) No me pe... gue su merced. Estoy... ren... di... do. (Logra ponerse en pie.) No le pegue usted a un hombre indefenso. Mire que soy un hombre inofensivo.
CARCELERO
(Con sarcasmo.) Sí, muy inofensivo, tan inofensivo el angelito que si se le dejara aletear acabaría por comerse todos los novillos del amo.
JUAN
(Con desesperación.) ¡Soy inocente!
CARCELERO
(Irritado.) ¿Inocente dices? (Con desprecio.) ¡Bah, ningún inocente cae en las manos de la Justicia! Mira al amo, al señor cura, a todos los hombres de bien, a los empleados del Gobierno, ¿cuándo pone la Ley la mano sobre ellos? (Con énfasis.) ¡La espada de la Justicia no cae sobre los hombres honrados! (Con petulancia.) ¡Mírame a mí!
JUAN
(Con desesperación.) ¡Soy inocente! ¡Soy inocente! ¡Mi crimen es estar unido a una mujer bonita!
CARCELERO
(Con desprecio.) Tu mujer, ¡bah, una perdida!
JUAN
(Jadeante.) ¿Qué dice usted de mi Marta?
CARCELERO
(Con sorna.) ¡Y se atreve el Juan Lanas a llamarla (subrayando) su Mar-ta! ¿Sabes lo que está haciendo (subrayando) tu Mar-ta mientras tú, ¡idiota! te encuentras aquí?
JUAN
(Con desesperación.) ¿Qué? ¿Qué? ¡Hable usted, por favor, que me vuelvo loco!
CARCELERO
(Con sorna.) Se está divirtiendo con los soldados... ¡Ja, ja, ja!
JUAN
(Llevándose las manos a las sienes y bamboleándose como un borracho.) (Con amargura.) ¿Qué es lo que oigo? ¡Ah, me siento morir! ¡Mi corazón llora sangre! (Solloza convulsivamente.)
CARCELERO
(Sonriendo aparte.) Parece que traga el anzuelo. (Frotándose las manos con satisfacción.) Si gano a Marta para el amo, me harán Jefe político. (A Juan, palmeándole compasivamente la espalda.) No llores, tonto, no te aflijas. ¡Hay tantas mujeres en el mundo! Abandona a Marta, que no merece que te sacrifiques por ella. (Se escucha de la parte de afuera algazara de gente ebria, risas de hombres y mujeres; después, varias voces cantan: «Estando, estando amarrando un gallo, se me re, se me reventó el cordón», interrumpiendo la canción explosiones de risas, alaridos y gritos destemplados. Cesa el ruido.) ¿Oyes? Allí está Marta. (Aparte, sonriendo y frotándose las manos con satisfacción.) Me harán Jefe político, me harán Gobernador.
JUAN
(Suplicante.) ¡Ah, déjeme usted solo, por favor! ¡Soy muy desgraciado! He perdido mi tesoro, ¡el amor de Marta! (Solloza.)
CARCELERO
(Compasivo, palmeándole la espalda.) No te aflijas, Juan. (Aparte.) ¿Quién pudiera asegurar que nunca llegaré a ser Presidente de la República? Primero, Jefe político; después, Gobernador; de allí, al Senado, al Ministerio, y, por fin, me veré ocupando la Silla presidencial. ¿Quién me toserá entonces? Gobernaré con mano de hierro. (Exaltado.) ¡Sí, mano de hierro necesita la plebe para que no se abalance sobre las personas honradas! ¡Malditos pelados! ¿Qué sería de los bienes de los ricos si no hubiera autoridad? (A Juan.) No te aflijas. Mira: estás hablando con un hombre honrado y de buen corazón, que te va a dar un consejo para tu bien: abandona a Marta.
JUAN
¡Ah, me siento desfallecer! (Se arroja sobre el petate y queda inmóvil.)
CARCELERO
Piénsalo bien, Juan. (Dirigiéndose a la puerta. Aparte.) ¡La va a abandonar! ¡Mi carrera política está asegurada! (Sale, cerrando tras de sí la puerta; se oye ruido de cerrojos.)
MARTA
(Incorporándose.) Si me muriera, ¡qué felicidad! (Se oye ruido de cerrojos.)
CARCELERO
(Se abre la puerta y aparece el carcelero seguido de don Benito.) (Mostrándola a don Benito.) Está despierta. Me retiro, señor cura, para que pueda usted entregarse en paz a las sagradas funciones de su ministerio. (Se inclina; le besa la mano y sale.)
DON BENITO
(Acercándose a Marta.) (Paternal.) Buenas noches, hija mía.
MARTA
(Con tristeza.) Buenas noches, señor cura.
DON BENITO
(Con hipocresía.) Comprendiendo que sufres, vengo a consolarte. (Poniendo en alto los ojos.) Dios misericordioso, apiádate de tus ovejas; pasa tu mano divina por el corazón de los tristes, para que en ellos renazca la esperanza. Ilumíname para que pueda dar consuelo a esta desgraciada. (Posa las manos con dulzura en la cabeza inclinada de Marta.)
MARTA
(Con amargura.) ¡Cuánto sufro!
DON BENITO
(Aparte, sonriendo.) Tanto mejor; con más facilidad conseguiré mi objeto. (A ella.) Resígnate, hija mía, a saber lo peor.
MARTA
(Poniéndose en pie precipitadamente.) (Jadeante.) ¿Es que ya mataron a Juan?
DON BENITO
(Acariciándola las mejillas.) No, no quiero decir eso. Simplemente que es bueno que estés preparada para lo peor. El delito de Juan es grave, gravísimo. Ha ofendido grandemente a Dios, que en su sabiduría divina ordenó: ¡no hurtarás!
MARTA
(Con desesperación.) ¡Juan es inocente! ¡Juan es inocente!
DON BENITO
(Con convicción.) Juan es culpable, hija mía. Su crimen es de los que Dios Nuestro Señor castiga con las eternas llamas del Infierno, y el gobierno de la Tierra con la pena de muerte. Juan va a morir...
MARTA
(Interrumpiéndole con viveza.) ¡Señor! ¡Señor: daría mi vida con tal de salvar a Juan! (Cae de rodillas; se abraza a las piernas de don Benito y solloza convulsivamente.)
DON BENITO
(Con sonrisa de triunfo.) (Aparte.) ¡Veo un obispado en perspectiva! (A ella.) Juan fue entregado ya a la Acordada, y a estas horas debe estar ya a punto de sufrir la pena de la ley humana, para ir a recibir después el castigo de Dios, que es todo misericordia. (Sonriendo, aparte.) ¡Valiente misericordia esa de achicharrarlo a uno por toda una eternidad! ¡Por fortuna estos idiotas no razonan! (A ella.) Resígnate y reza por su alma.
MARTA
(Levantando los brazos hacia don Benito.) (Con desesperación.) Sálveme usted a mi Juan, señor cura, sálvemelo usted. ¡Ah, me muero de angustia! ¿Qué haré para salvarlo? ¿Qué haré? (Permanece de rodillas, sollozando, con el rostro escondido entre las manos.)
DON BENITO
(Aparte.) Este es el momento, Benito; aprovéchalo o adiós mitra. (A ella.) Pídele perdón al amo y... (Pausa.)
MARTA
(Levantando la cabeza.) (Con viveza.) ¿Y qué?
DON BENITO
(Lentamente.) Y si te acaricia, acarícialo también.
MARTA
(Levantándose indignada.) ¡Eso, nunca! ¡Eso, nunca! (Se retuerce los brazos presa de grande agitación.)
DON BENITO
Entonces, ¡sobre tu cabeza pesará el cadáver de Juan y el remordimiento roerá tu corazón hasta la muerte! En estos momentos Juan marcha en medio de la escolta. ¡Imagínatelo! ¡Imagínatelo! Sus custodios van a caballo, alegres como quien va a un paseo. ¡Como que van cumpliendo con su deber de velar por los intereses sagrados de la sociedad! Él, a pie, los codos atados, rendido de fatiga, pensando en ti... (Exaltándose.) ¡Pensando en ti, en la egoísta que no es capaz de sacrificarse por salvarlo de la muerte! (Insinuoso.) ¿Lo ves? ¡Cuán grande es su fatiga!; retarda el paso; ya no puede caminar más; de su rostro brota el sudor copiosamente... ¡con la punta del sable le rascan los riñones, y aviva el paso! ¿Lo ves? ¿Lo ves? En su mente lleva una imagen: ¡eres tú, a quien adora! (Marta solloza convulsivamente.) Ya casi no puede dar paso. ¿Lo ves? Acaba de caer y a sablazos lo hacen levantarse. "¡Oh, Marta, Marta sálvame!," grita en su dolor. No puede más; se tira al suelo... y una bala pone fin a sus torturas...
MARTA
(Con desesperación.) ¡Ah, soy del amo! ¡Me entregaré al amo! ¡Que me devuelvan a mi Juan! (Se tira sollozando sobre el petate.)
DON BENITO
(Aparte, sonriendo y frotándose las manos.) ¡Me he ganado la mitra! ¡Seré obispo! ¡Bendito sea Dios! ¡Aleluya! ¡Aleluya! (A ella.) Corro a dar la noticia al amo, para que por teléfono se avise a la autoridad que devuelvan a Juan. ¡Dios quiera que no sea demasiado tardío tu sacrificio! (Aparte, sonriendo.) ¡Si supiera la estúpida que no la separa de Juan más que esta pared! (Tocándose la frente con la punta del índice.) ¡Para ingenio, sólo un ministro del Señor! (Dirigiéndose a la puerta.) Ahora, a ver qué se huele por la casa de Marcos. (Sale.)
CARCELERO
(Asomando la cabeza.) (Aparte.) Parece que duerme. Ya daré mi vuelta. (Se retira haciendo sonar el cerrojo.)
JUAN
(Incorporándose.) ¡Qué dulce sería morir!
MARTA
(Incorporándose.) ¿Cuándo romperá el esclavo sus cadenas?
JUAN
¡Siento que no sobreviviré a mi dolor! (Se deja caer sobre el petate.)
MARTA
Si fueran veneno mis caricias, con qué gusto se las prodigaría al amo... (Se deja caer sobre el petate.) (Rumor de cerrojo en la puerta.)
DON JULIAN
(Entra y cierra la puerta tras de sí.) (Aparte.) ¿Será verdad lo que me dice el curilla? (A ella.) Buenas noches, Marta. (Marta no contesta.) Debe estar dormida la piojosa. (Se acerca a ella, se sienta en el petate y la rodea el talle con el brazo.) (Con fingida dulzura.) Despierta, amor mío, despierta, que aquí está el que daría toda su fortuna por tu amor. Ya di orden a la autoridad de que pongan libre a ese testarudo de Juan. ¿Qué otra prueba quieres de mi amor?
MARTA
(Incorporándose.) (Suplicante.) Tenga usted compasión de mí; no añada usted el aguijón de su burla a mi inmenso dolor. Usted no siente amor por mí. (Con energía.) Tú sientes el apetito de la bestia: ¡sácialo, monstruo! El amor no puede residir en tu corazón, ¿o es que hay perfume en el lodo? (Como soñando.) El amor es la sonrisa de la vida; el amor es luz que baña el corazón con claridades de aurora. (Exaltándose.) El apetito serpea por los senderos tortuosos del crimen para conseguir su objeto; el amor no se arrastra: ¡tiene alas! (Se deja caer sobre el petate.)
DON JULIAN
(Enardecido.) Como quiera que sea, vas a ser mía. Que me arrastro... Si fueras de mi clase no me arrastraría; ¡pero eres tan baja, que por fuerza tengo que arrastrarme!
MARTA
(Incorporándose.) (Con viveza.) Abusa de tu fuerza, tirano, mientras suena la hora de la venganza. (Con desesperación.) ¡Soy tuya! ¡Devórame! (Se deja caer sobre el petate; don Julián la abraza y la besa con ardor; pero al mismo tiempo se escucha el canto de La Marsellesa Anarquista, entonado por hombres, mujeres y niños, mezclado con vocerío, disparos de fusilería y fragor de combate:)
"A la revuelta, proletario,
"Ya brilla el día de la redención;
"Que el sublime ideal libertario
"Sea el norte de la rebelión.
(Se repite este verso.)
"Dignifiquemos del hombre la vida
"En un nuevo organismo social,
"Destruyendo las causas del mal
"De esta vil sociedad maldecida.
"Obreros, ¡a luchar!
"¡A la revolución!
"Con decisión
"A conquistar
"Nuestra emancipación."
DON JULIAN
(Poniéndose en pie con viveza al comenzar el canto y el rumor de combate.) (Lo mismo hacen Marta y Juan.) (Alarmado.) ¿Qué oigo? ¿Qué significa esto?
MARTA
(Con exaltación.) ¡Esto significa que la plebe rompe sus cadenas!
JUAN
¿Habrá llegado el día santo de la venganza? (Se pasea nervioso.)
CARCELERO
(Entra precipitadamente al calabozo de Marta.) (Temblando de miedo, a don Julián.) ¡Señor, estamos perdidos! ¡La peonada se ha rebelado! ¡Algunos soldados han hecho causa común con la plebe!
DON JULIAN
(Alarmado.) ¿Y qué quiere esa canalla?
CARCELERO
¡Tierra y Libertad! (El carcelero y don Julián anonadados. Marta está radiante de entusiasmo.)
JUAN
(Se detiene.) Momento suspirado, ¡al fin llegaste! (Reanuda su paseo.)
MARTA
(Gritando.) Rebelión, ¡bendita seas!
DON JULIAN
(Azorado.) ¡Huyamos!
CARCELERO.
(Con desconsuelo.) Es inútil; la cárcel está sitiada por los rebeldes. Toda salida está cortada. Los leales se baten con valor por el Supremo Gobierno y los sagrados intereses de la sociedad; pero los bandidos son más que ellos. ¡Estamos perdidos!
DON JULIAN
(Azorado.) Sin embargo, probemos a huir.
CARCELERO
(Sombrío.) No nos queda más salida que la del cementerio. ¡El reinado de la injusticia terminó!
MARCOS
(Se oye ruido de cerrojos en la puerta del calabozo de Juan; entra Marcos acompañado de Rosa, Ramón, Teresa y de algunos campesinos de ambos sexos y diferentes edades, armados con fusiles, azadones, guadañas, hoces, pistolas y garrotes. Uno de los campesinos porta una bandera roja, que ostenta en letras blancas esta inscripción: Tierra y Libertad.) (Echándose en brazos de Juan.) Hermano, estás libre en nombre de la Revolución. Ahora, vamos a libertar a Marta.
JUAN
(Asombrado.) ¡Cómo! ¿Está presa Marta?
MARCOS
Todo el tiempo ha permanecido en su calabozo como tú.
JUAN
(Con exaltación.) ¡Ah, qué feliz soy! ¡El carcelero mintió para que yo repudiara a Marta! ¡Vamos a libertarla! (Salen Juan y Marcos seguidos de los demás.)
CARCELERO
(Asomándose a la puerta.) (Temblando.) Ya se acercan los rebeldes.
DON JULIAN
(Buscando en vano un refugio en el calabozo.) ¡Piedad! ¡Piedad! (Aparecen Marcos, Juan, Rosa, Ramón, Teresa y los demás que entraron al calabozo de Juan. Unos campesinos hacen caminar a don Benito a empellones, atado por los codos.)
JUAN
(Echándose en brazos de Marta.) (Con dulzura.) ¡Marta mía!
MARTA
(Con dulzura.) ¡Mi Juan! (Permanecen abrazados.)
MARCOS
(Dirigiéndose al carcelero, don Julián y don Benito.) (Solemne.) ¡Tiranos: por siglos y siglos habéis chupado nuestra sangre! Las lágrimas que nos habéis hecho derramar bastarían para ahogaros. El pueblo ha esperado paciente la llegada de un Mesías que lo salvase; pero todos los Mesías han resultado traidores a la causa de la humanidad. Es que el pueblo os había dejado con vida y con vosotros las instituciones que representáis. Ahora es distinto. Vaís a morir, y con vosotros morirán la Autoridad, el Capital y la Iglesia, los tres verdugos de la especie humana. De hoy en adelante no habrá un hombre que se atreva a hacerse obedecer; no habrá un hombre que explote el trabajo de otro hombre; no habrá embaucadores que entre la justicia popular y el crimen enciendan las llamas del Infierno para proteger al de arriba de la rebeldía del de abajo. (A los revolucionarios.) Compañeros: que se cumpla la justicia social. Cortémosle la cabeza a la hidra y tomemos posesión para el beneficio común de todo cuanto existe. ¡Viva Tierra y Libertad!
TODOS
(A una voz.) ¡Viva! (Se apoderan de los prisioneros y los conducen fuera del calabozo atados codo con codo.) (Salen todos.)
TELON