¿Qué otra cosa quisiéramos los revolucionarios, si no paz? Pero no
una paz inicua basada en la sumisión de los de abajo a todos los
caprichos, a todas las explotaciones y a todos los abusos de los de arriba.
¡Si, queremos paz! Pero la paz que resulta naturalmente, sin forzamientos
de la buena voluntad de todos los seres humanos, de producir según sus
fuerzas y aptitudes y de consumir según sus necesidades; la paz que
nace del mutuo respeto; la paz fundada en la igualdad.
Esa paz natural es la que deseamos; no la paz artificial mantenida a punta
de bayoneta.
¿Cuántas comisiones de paz han venido por parte de Madero para
inducirnos a volver a México? Ya no llevamos cuenta. La última
estuvo antier en la noche en nuestras humildes oficinas. El fracaso de las
anteriores comisiones no había desanimado a los señores del
Gobierno, como que a nuestra negativa de rendirnos, se cerraban, detrás de
nosotros, las puertas de la cárcel. ¿Pero qué argumento
es la cárcel para los hombres convencidos de que obran bien?
La última comisión ha sido desempeñada por "Mother
Jones", persona bastante conocida en el movimiento unionista de los Estados
Unidos. Tentadores fueron los ofrecimientos de libertad y de comodidades para
nosotros; pero ¿qué gana la causa de los hambrientos con que
nosotros tengamos libertad y panza llena?
Mi hermano Jesús y Madero están interesadísimos en que se
haga la paz. ¿Por qué no ponen la tierra y todas las industrias en
poder de los trabajadores para que estos organicen la producción
para la satisfacción de todas las necesidades y para el disfrute
de todos los placeres sanos? ¿Por qué a nosotros se nos ofrecen
comodidades y se deja a quince millones de seres humanos víctimas de la
miseria, de la tiranía y la ignorancia?
No; no traicionaremos a nuestros hermanos los desheredados. Preferimos
nuestra miseria al remordimiento de haber obrado mal; preferimos las
inquietudes de nuestra vida de perseguidos a las delicias de una vida
ociosa, comprada con una traición; preferimos el presidio y la
muerte a que alguien nos arroje con derecho a nuestro rostro esta palabra:
¡Judas!
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