Me encuentro en un mundo vacío, parece que no hay nada que me haga pensar que esta vida tiene sentido. Me he encarcelado yo sólo porque ya no soporto esa miserable mediocridad multitudinaria en la que se sumerge este mundo. Me cuesta trabajo respirar, aspirar el olor a podredumbre no es nada fácil.
¿Habrá algo que me permita encontrar un nuevo punto de partida? Esa respuesta no la tengo, y obviamente eso le abre la puerta a esta melancolía, esta melancolía que me lleva de un extremo a otro en un viaje que no entiendo y no sé dónde terminará. El sendero que seguía llegó a su fin y quiero continuar la búsqueda. Camino pero en cada sendero me encuentro con muros infranqueables.
He llegado a detestar la sensación de despertar. Despertar de un sueño que era placentero y que ahora no es sino una remembranza del ayer, el ayer perdido entre recuerdo y olvido, la tristeza del recuerdo, el dolor del olvido, memorias de alegría, recuerdos de felicidad, la felicidad perdida, encuentro con el dolor, no más que divagación, una oportunidad más para la experimentación.
Volteo hacia un lado y el paisaje me regresa al mundo vacío, un mundo de fantasía donde sé que no tengo cabida, un mundo en el que yo mismo me he incluído a pesar de quererme excluir. La vacuidad me absorbe, creo que nada me detendrá en esta caída al abismo...