Prólogo de un libro que no he leído
A simple vista, parecía un libro normal; además, él no tenía intensión de iniciarse en otra lectura; el día transcurría y lo común asfixiaba el ambiente.
La pared del fondo lucía en mal estado, años de abandono la habían enmohecido y aunque el Monje intentaba ahora hacer que recobrara su vitalidad, parecía que sus esfuerzos eran inútiles, la humedad seguía avanzando.
De pronto, el libro se abrió y dejo a la vista el Prólogo; hacía mucho tiempo que él no encontraba nada interesante en un Prólogo, sin embargo, el de este libro era especial y él lo supo desde que leyó la primera línea.
Así se evaporaron las horas y llegó e1 momento de posponer la lectura, la cual, aunque interesante, debía de esperar para una mejor ocasión.
Al ocaso del día siguiente el Monje notó que su intento por remozar la pared, iniciado hacía solo un par de semanas, había fracasado una vez más, pero en esta ocasión no se desanimó.
El libro se abrió de nuevo, ahora en el apartado del contenido general.
La pared empezó a adoptar una nueva apariencia y la siguiente línea hizo sonreír al Monje, era el tema que había estado buscando y no encontraba, así que trajo aquella tela satinada de color púrpura y que se adecuaba a la "nueva" pared; la luz fue tenue y la imaginación voló, un ejército de recuerdos presionaron su mente y de pronto... el vacío, un vacío agradable, un vacío que atravesó su cuerpo y que a la vez permaneció en él capturando una y otra vez el todo. Todo y nada en súbito encuentro provocando un destello que hizo estremecer hasta el último rincón de aquella zona que un momento antes era un negro abismo y al siguiente se llenaba de luz, un maravilloso espectáculo para los ojos de la imaginación. Mas allá, las ondas sonoras, el libro, la pared, el Monje, una sinfonía oscura de tintes medievales y postmodernos perfectamente sincronizados, música para un alma hambrienta.
Miriam, tal vez nunca te lea.