La giganta

Cuando Naturaleza, en su brío poderoso,
Concebía diariamente monstruosas criaturas,
Vivir habría querido cerca de una giganta
Como al pie de una reina un gato ronroneante.

Habría visto su cuerpo florecer con su espíritu
Y en libertad crecer con sus juegos terribles;
Sabría si el corazón guarda una llamarada,
En las mojadas nieblas que bogan por sus ojos.

Recorrer, al azar, sus magníficas formas;
Escalar las vertientes de sus piernas enormes
Y, acaso, en el estío, cuando soles malsanos

La tumbaran rendida en mitad de los campos,
A la sombra del seno dormitar sin cuidado,
Como escondida aldea al pie de una montaña.


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